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sábado, 2 de junio de 2012

LA PRUEBA (II)

La habitación no era nada especial, no era lo importante, sólo lo que allí iba a suceder lo era...

Una sencilla cama tipo zen. Todo blanco y negro, minivalista, limpio, especialmente cautivador.
Sólo ponía una nota de color un sobre rojo, puesto con delicadeza sobre el jarrón de cristal con una sola gardenia blanca, sobre la liviana mesa.

Sus ordenes estaban claras, él le había dicho de forma directiva y firme y esa voz viril que le hacía perder el control absolutamente: "cuando entres, cierra la puerta, sin seguro, ve hacia la cama, túmbate en ella y coge el pañuelo de seda que verás sobre la almohada, ponlo sobre tus ojos y no me falles, apriétalo hasta estar segura de no ver nada, quédate tumbada y espera..."

Había hecho cada paso tal y como él lo dijo. No pensaba hacer trampas, aquel era el momento de demostrarle que lo deseaba sin condiciones, que era suya sin ninguna duda, no había cabida para trampas.


Comprobó tres veces que no veía nada en absoluto y se tumbó, simplemente se tumbo, recordando su voz y su forma de fumar, esa forma en la que sus labios rodeaban el cigarrillo y seducían a la boquilla para que le diese todo, como sus labios acariciaban el humo al salir, y como los humedecía con la punta de la lengua dejándolos como un objeto de deseo irresistible...

Sumida en sus pensamientos y en esa situación de entrega, se notó excitada, cada vez mas excitada.
No llevaba ropa interior, según las ordenes que él le dictó.

Sus pezones erectos y duros hasta la extenuación, sentían el lino del vestido tanto que hasta le producían un placentero dolor. Estaban tan erectos y sus pechos tan ingurgitados que parecía que iban a estallar el delicado escote de su vestido.



Se notaba mojada -incluso llegó a pensar que en exceso- ¿si la encontraba tan empapada sin ni siquiera su presencia...?... por un instante se sintió insegura, quizá tanta excitación no le pareciera correcta antes de su llegada, pero no podía evitarlo, él estaba en sus pensamientos constantemente, y la sola evocación de su imagen, su voz y el pensar que, por fin, podría hacerse tangible, su piel, su carne, su calor, que podría inhalar su olor... disparaba su libido sin posibilidad de marcha atrás...

Volvió a pensar en la petición de su amante, en la parte de esa petición que más miedo le daba, de la única parte de la que no estaba segura sí quizá podría cumplir como él pedía, la única que temía.....

(continuará)

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