Nada más entrar noto un sutil aroma, una fragancia de
perfume que indicaba que una mujer había estado allí, pero se había ido. Sabía
que M. seguía con su parte del juego y eso le excitaba más de lo que quería
reconocer. Pensaba para si que esta iba a ser una noche para recordar.
Las instrucciones de M habían sido muy claras. El no la
vería pero ella si lo vería a él. Observaría desde el hall del Hotel como se
acercaba a la recepción y como subía a la habitación… solo.
Lo siguiente que debía hacer una vez llegase a la habitación
era desnudarse, como un autómata fue desprendiéndose de su ropa y colgándola en
el armario de la habitación. Ejecutaba todos los días ese ritual y era capaz de
ejecutarlo sin pensar apenas. Su única obsesión en esos momentos era estar con
ella.
En la cama había una prenda de raso negro, era alargada y
suave al tacto pero opaca. Sabía lo que era, el último paso en las
instrucciones de M. Le había dicho que una vez desnudo se pusiese esa cinta
sobre los ojos. No debía ver absolutamente nada, le había dicho que si
sospechaba que veía algo se marcharía de la misma manera que había llegado y
nunca más las volvería a ver. Por ella estaba dispuesto a no arriesgarse, no sabía
lo que ella tenía en mente pero le excitaba sobremanera la situación y su
cuerpo empezaba a reaccionar ante dicha excitación.
Se coloco la cinta de raso y procuro que estuviese bien
sujeta, no quería que un error terminase con esa cita. Quería seguir a M hasta
el final y si eso significaba seguir sus reglas no tendría problemas en
hacerlo.
Había sumido su mundo en la oscuridad con gusto, todo por M.
Ahora solo faltaba esperarla, erguido al lado de la cama. Tal y como ella le
había indicado. Sin una referencia visual, solo guiándose por el sonido el tiempo
de espera empezó a dilatarse. No sabía cuanto había transcurrido desde que
empezó la espera pero parecían horas, el tiempo parecía congelarse y él no
sabía cuánto más tendría que esperar a M.
De pronto oyó un chasquido, alguien había entrado en la
habitación. Enseguida su excitación volvió a dispararse. Un olor, el mismo que
había notado la primera vez que entro en la habitación, le llego. No era fuerte
sino todo lo contrario, suave y penetrante… supo a ciencia cierta que era M.
De repente oyó una voz dulce, juvenil y divertida que se
dirigía hacia el.
M: “Veo que has cumplido tu parte, tal como te había
indicado. Eso me complace, creo que vas a hacer que esta sea una noche
divertida.”
Se acerco a él y pudo notar su proximidad. El perfume le
embargaba y hacia que su cabeza empezase a perder el control de la situación.
Un dedo se poso sobre sus labios y M hablo otra vez.
M:”Hay una ultima regla. Cúmplela y no te arrepentirás. De
ahora a que termine no hablaras sino te lo permito. Solo asentirás y la única que
podrá hablar seré yo. ¿Lo has entendido?”
El asintió y ella rió complacida. Iba a ser una larga noche
pero lo más excitante era que no sabía que le iba a deparar. Se había puesto en
manos de M. y ella no había dicho en ningún momento que iba a hacer con él.